En la plenitud de los años o en la esencia misma de la existencia,En aquel día, desconcertado me encontré,Solo supe expresarte mi embriagante atracción,Y confesarte que mi ser por ti palpita y se enardece.
El tiempo, en su indescifrable marcha, se tornaba incierto,El sol, tímido, apenas acariciaba nuestra piel,Era una tarde de otoño, teñida de nostalgia y dulzura,Y en tu cabello rojo, un resplandor que me hizo estremecer.
Recuerdo tu semblante radiante y fascinante,Aún perviven las corazonadas que me envuelven,Cada vez que rememoro tu figura deslumbrante,Y mi único propósito es amarte, sin más remedio que rendirme.
El tiempo avanzó sin concedernos una oportunidad,Tú, casada, y yo, igualmente comprometido,Pero, ¿qué importa? En esta oda, dejemos atrás esa realidad,Pues en mi mente y corazón, eres el amor por el que suspiro y susurro al oído.
El amor, ese sentimiento que trasciende los lazos terrenales,No se detiene ante fronteras ni circunstancias inalterables,Entonces, en versos eternos, sellamos nuestros ideales,Y en nuestras almas, vivirá el amor que el destino no pudo cambiar.