Jose Antonio Orellana

La memoria de las cerezas

Ya no huyo de aquello que me perseguía;

ni temo acabar los versos que inicié

cuando hasta tu silencio me inspiraba

de una pasión tan superficial,

que la confundimos con ternura.

 

Tuvimos que borrarnos de nuestras vidas

para comprender que las palabras

son solamente eso, palabras;

a pesar de que el mundo entero

nos pareciese una gran mentira

y nosotros la única verdad.

 

Ámame,

cuando solo podamos recordarnos,

y la piel palpite ansiosa

por volver a sentir el tacto

de nuestros cuerpos rozándose.

 

Ámame,

aunque el vacío vuelva a llenarse

y separemos nuestros caminos

intentando escondernos

en los corazones de otros.

 

Porque tú vertiste la sal

y yo puse la herida;

 

Y por eso mi dolor existirá

mientras sigas existiendo tú.