Alberto Escobar

Ser agua, aire

 

Tu espada me atravesó,
de parte a parte.

 


Quiero ser como el agua,
sin que nadie me note,
que se me respire como el aire.
Ser piel sin mojarla,
ser lágrima sin llorar,
ser lluvia sin pronóstico,
ser aguacero sin que jamás
se le llame agua sino aguacero, 
sino lluvia, sin que exista
de vocablo pero sí de sustancia,
sin que mi nombre se pronuncie
porque sea innecesario. 
Quisiera ser sangre, 
esa sangre que brota escapando
de la herida, serena, sin prisa, 
sin temer que alimaña alguna
aceche para lamerla, sin miedo 
a ser sorbida por la circunstancia.
Quiero ser aire, quieto, dormido, 
invisible, imprescindible, y volar,
viajar de una parte a otra del globo
sin comprar billete, sin pararme
en arduos trámites de estafeta, 
sin bolso ni equipaje, desnudo. 
Ser sin esfuerzo —eso me gustaría. 
Repetir hasta la saciedad, cada día, 
lo que soy para llegar a ser sin pensar,
sin gastar una gota de energía, de tiempo,
sin ser ese tictac que rompe las manecillas 
de los relojes de tantas vueltas, y quietos, 
en el mismo sitio donde se les deja, 
siendo obedientes y mecánicos, van latiendo
hasta que sus pilas se paran, y se callan,
sin molestar a nadie, sin pedir socorro,
aceptando el final porque al final todos 
somos lo mismo, polvo que a la tierra vuelve.
Quiero ser como el aire, como el agua,
como esa porcelana encima de la repisa
que a su vez está encima del televisor,
y este encima de una mesa con ruedas 
que está encima de un suelo entarimado,
y este encima del techo del vecino de abajo.
Ser como se pretende que sea un futbolista,
ese que por dinero va a entrenar, cada día, 
y aprende las manías del contrario mejor 
que las propias, y ensaya hasta cansarse
las jugadas que le granjearán la victoria,
y tanto, tantas veces que se le convierte 
esa costra que inventa el entrenamiento
en un gen, una especie de nuevo huesped
que se incrusta en su esencia más interna,
y pasará si encuentra a alguien adecuado
a sus hijos, y de sus hijos a sus hijos, 
y de estos a los suyos, y todo sin esfuerzo, 
porque el agua es agua sin que esta tenga
que pararse a pensar qué es, si hace bien
en ser el agua que es o debería ser otra. 
Es eso, eso es lo que quiero ser, y tantas 
veces ser yo mismo que se me olvide 
que lo soy, que estoy siéndolo, como ahora,
y si algún día pensara que soy otro e intentara
serlo, que sea imposible, que no haya modo,
que no haya algoritmo por perfecto que sea
que logre mecanizar en mí un yo falso,
un impostor, un alienígena colado de extranjis. 
Quiero ser agua, aire, y que no se note.