Por las mañanas el viento trae lenguas de fuego,
en la tarde la luz se deshace,
y el viento bate espadas de lluvia y frío,
haciéndonos soñar con el río,
como velas de nuestro navío llevándonos,
a mares en calma, en la quietud de las horas,
donde te embriaga el silencio del alma,
y el tiempo que crece entre nostalgias y recuerdos.
Las gotas de lluvia sobre el tejado,
como canciones marinas embelesando gaviotas,
rosas que brotan en nuestro latido,
con la precipitación de esperanza, de llanto y anhelos,
que se respiran y palpan,
como misterio insondable.
Abro la ventana para contemplar el misterio,
para mirar la luz escondida entre hojas,
y la brisa suave acariciando la tarde,
conmoviendo el espacio, abrigando los sueños,
acercando a mis días la lejanía de dónde vengo,
colocando en mis manos el amor y el deseo.
El viento sin sombras se transforma en suspiros
para esperar en silencio la noche desierta,
como si fuesen siglos las contadas horas,
en que la razón y la causa se convierte en anhelo,
de la lluvia en el cuerpo, agitando las ansias,
con sangre en mi alma,
con pasión y deseo