Rafael Huertes Lacalle

AL CAER LA TARDE

AL CAER LA TARDE 

Hay quietud doliente, 
dentro, en las entrañas, 
cuando cae la tarde 
y la alondra calla. 
La contemplo y tiemblo 
desde mi ventana, 
bajo aquella luz 
que a poco se apaga… 
Descuelga mi llanto 
evocando infancia 
de un tiempo que ha sido 
y se fue en volandas 
por el horizonte 
que parece en llama, 
de color sangriento 
sin mediar palabra: 
púrpura de intensos 
rojos escarlata… 
¡lánguida la luz 
al silencio clama! 


Acabado el día 
se hace noche clara 
pintando la luna 
de grises sus canas, 
con nieblas por velo 
llenas de hojarascas 
que no son en ocre, 
ni lo son en plata 
sólo son memorias 
que en mi mente campan: 
duras como el trigo, 
secas como paja, 
negras como el lodo 
que enturbian las aguas 
donde la ambrosía 
juventud me daba 
y, hoy en día me deja 
sensación amarga
y, una rama seca 
bajo la mirada, 
falta en lozanía 
triste y demacrada.

 
Una bruma fría 
corre por la espalda… 
cuando en campo santo 
el ciprés declama 
odas a los vientos 
que soban sus ramas; 
en la  oscura noche
con su negra capa 
que envuelta en silencio 
se hace con las almas: 
del que sueña vivo, 
del que llora y ama, 
del que ve la muerte 
con su gris guadaña; 
porque la percibe 
cuando el tiempo pasa, 
porque cada día 
se hace más cercana. 
Porque así es la vida 
que corriendo pasa. 
¡Pasa tan de prisa!, 
que a veces “se pasa 
de castaño a oscuro”, 
lo dice mi mama, 
porque en persignarte 
la vida se escapa. 


Hay quietud doliente, 
dentro, en las entrañas, 
si al caer la tarde 
no ves el mañana. 

 


Rafael Huertes Lacalle