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LA PEDRADA DE JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN PARA ISAPOEMA

LA PEDRADA

Yo he nacido en esos llanos de la estepa castellana,

cuando había unos cristianos que vivían como hermanos

en república cristiana. Me enseñaron a rezar,

enseñaron me a sentir y me enseñaron a amar,

y como amar es sufrir también aprendí a llorar.

¡Oh, que dulce, que sereno caminaba el Nazareno

por el campo solitario, de verdura menos lleno

que de abrojos el Calvario! ¡Cuán suave, cuan paciente

caminaba y cuan doliente con la cruz al hombro echada,

el dolor sobre la frente y el amor en la mirada!

Y los niños, admirados, silenciosos, apenados,

presintiendo vagamente dramas hondos no alcanzados

por el vuelo de la mente, caminábamos sombríos,

 junto al dulce Nazareno, ¡que eran Judas y unos tíos

que mataron al Dios bueno! Más un travieso aldeano,

una precoz criatura de corazón noble y sano

y alma tan grande y pura como el cielo castellano,

Y él contestaba, agresivo, con voz de aquella que llega

de un alma justa a lo vivo: ¡Porque sí, porque le pegan

¡Sin hacer ningún motivo! Hoy que con los hombres voy

viendo a Jesús padecer, interrogándose estoy:

¿Somos los hombres de hoy ¿Aquellos niños de ayer?