Miguel Ángel Miguélez

Sobre la marcha...

 

 

 

 

Sobre el camino del bosque

las huellas van dibujando

el paisaje como un sueño

bajo los días pasados.

Apetece descansar

pero los pies, mientras tanto,

se aventuran donde nadie:

en las palabras del páramo,

en las lindes de mi huerta

donde nada me hace daño,

donde el recuerdo persiste

entre las flores de mayo,

donde nacer es morir

y morir es otro paso,

donde la luz y la sombra

crean todo lo que alcanzo,

donde el tiempo no me inquieta

y la vida va pasando

como todo, lo que empieza

tiene un fin, y ese es el caso.

Lo que fuimos, eso somos.

Lo que somos: un retazo

de todo lo que seremos

en el tiempo y el espacio,

a través del sentimiento

que nos marca a cada paso.

Las hojas, por primavera,

ansían un brote largo

que les enseñe la luz

para florecer despacio.

Y yo me veo raíz

en tierra, en el cielo un rayo

que, en mitad de la tormenta

aparece y busca el rastro

de toda la oscuridad

para destruirla en el acto.

También soy gota de lluvia

emancipada del tránsito,

que corre por tu mejilla

como lágrima del daño,

como sonrisa lejana

como el aliento cercano,

como beso, como guiño,

como caricia y abrazo,

como seña de un amor

que es, en mí, perpetuo llanto

por no haberse conocido

hasta ahora, en este mármol.