Nacho Rey

SONETO CCXCII EN LA MUERTE DE LAURA (FRANCESCO PETRARCA)

 

Sus ojos que canté amorosamente,

su cuerpo hermoso que adoré constante

y que vivir me hiciera tan distante

de mí mismo, y huyendo de la gente,

 

su cabellera de oro reluciente,

la risa de su angélico semblante

que hizo la tierra al cielo semejante,

¡ poco polvo son ya que nada siente !.

 

¡ Y sin embargo vivo todavía !

A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,

surca mi nave la extensión vacía...

 

Aquí termine mi amoroso canto:

seca la fuente está de mi alegría,

mi lira yace convertida en llanto.

 

                                        FRANCESCO PETRARCA