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Nocturno IX

 

 

   He aquí el monstruo de cien cabezas

rugiendo suavemente

y dando frescos lengüetazos a la playa.

   Cómo me horroriza

este huidizo vacío de la noche

y el oleaje negro y espumoso

del monstruo a mis pies

y la enigmática faz de la Luna

macilenta y triste

entre el oscuro cúmulo nocturno.

   A ratos clarea la noche

y el viento gime y aúlla

como un lobo solitario

embriagado por esta vieja Luna

que se perfila imponente

entre las nubes en fuga.

   Arriba, las luciérnagas celestes

han avanzado un buen trecho

en su infinita ruta sideral.

   Aquí abajo, al borde de la playa,

puedo escuchar pulsaciones tamboriles

y arpegios de guitarra

como huida de fantasmas.

   Mi espíritu vaga distante por remotas lejanías,

cabalgando sobre una bestia

que simboliza el tiempo;

siento los latidos violentos de mi corazón

como si, también, quisiera arrancarse.

   Y en fin, todo mi ser vaga solitario,

apesadumbrado y triste,

melancólico y nostálgico;

angustiado y ansioso,

cual pájaro nocturno sin su lecho nupcial…