Los días se barren del tiempo ante mí,
oscilando entre los abismos
y los espacios.
Asediado por un hedor a penumbras,
que me enviste
de una peculiar lucidez,
transito en medio de secuencias ilusorias,
donde espejismos desleídos se proyectan,
influyéndome
bajo una incertidumbre seductora
que empuja mis pasos
hasta llegar a vislumbrar
el imperfecto altiplano del mundo.
Conforme más me aproximo,
más observo al porvenir disiparse.
Tanto temo encontrar
como temo reconocer
aquellos saberes
sobre quien imagino ser.
Y, sin embargo,
por única vez,
creo entrever con nitidez
el misterio soterrado de la vida.