Lourdes Aguilar

UN DIA DE LLUVIA

Esa mañana el cielo amaneció nublado, las gotas empezaron  enfriando no solo su cuerpo sino también su ánimo, se preparó un poco de café, pero no podía desviar su vista de la ventana, siempre le pasaba lo mismo: sentimientos encontrados de salir y recorrer descalza o quedarse a mirar la televisión toda la tarde consumiendo galletas, almorzando huevos, pereza disfrazada de comodidad, siempre escogía lo segundo, pero ese día estaba intranquila, ese día las gotas hablaban y ella las entendía. Con la taza en la mano veía la ventana y recordaba ¿Cuándo fue la primera vez que le prohibieron salir a mojarse en la lluvia? Seguro era muy pequeña, seguro miraba las gotas como ahora, perlas frescas recién bajadas del cielo diciéndole “ven” pero al tratar de salir su madre le cerró la puerta, tal vez haya dicho algo como: “No salgas, si te mojas te enfermas “ ¿en qué pensaba ahora? Durante la lluvia el olor de la tierra empapada era tan intenso, los charcos cafés se escurrían como ríos, los pocitos entre las piedras eran minúsculas piscinas que su imaginación llenaba de peces, los barquitos de papel eran galeones en medio del océano, eso y más, la lluvia fertilizaba la tierra y también su fantasía, sólo que ahora no había patio, ni tierra, tan sólo vidrio y concreto, hasta las gotitas se oían diferentes, como si estuvieran afónicas o distorsionadas por el eco al retumbar en el cristal y en el concreto en lugar se ser amortiguadas por la tierra, sí, definitivamente el sonido era diferente ¿por qué pensaba en eso ahora? La lluvia siempre le hacía ponerse melancólica, frágil; en compañía de otros podía disminuirla u olvidarse al menos, ahora habían pasado muchos años y no había nadie para animarla o impedirle el impulso de salir, las gotitas que resbalaban por el cristal las sentía en la piel y no eran tan frías como creyó; no estaba habituada a sentirse mojada fuera del baño o en la playa; abrió la ventana y el viento cargado de lluvia fría se estrelló en su rostro y en su pecho  y aun así sonrió ¿qué diría su madre? ¿se enfermaría por ese impulso? No, su café ya estaba frío, se mojaba despacio, imperceptiblemente ¿eso sentían los árboles? ¿cómo podían soportar y procesar los rayos del sol todo el día? ¿por qué no se aburrían de estar siempre en el mismo lugar? Después de todo, de sol y agua vivían ¿Como yo? Dejó de pensar para poder sentir, cerró la ventana y abrió la puerta…