Miguel Ángel Miguélez

Fugaz

 

 

 

 

 

 

Por la pradera interminable vaga

un alma en soledad sin rumbo fijo

a la que nunca Dios habló o bendijo,

a la que el viento arrastra y, como daga

 

incrusta tras los ojos cada llaga

abierta, en la promesa de un cobijo

que jamás llegará de un crucifijo

ni de nada del cielo, o de su plaga.

 

Amamanta el recuerdo la agonía

a medida que el campo se redime

de su miseria en hierbas y colores.

 

Y oculta, como el sol al fin del día,

un resplandor perfecto, una sublime

metáfora fugaz, como las flores.