Jean Amador

La Colina de Dioses

No le hables de su cuerpo esta vez;

permite que su cuerpo te hable.

Presta oído a lo imposible en su cintura irrefutable,

atiende al eco del silencio entre sus pechos engreídos,

entérate de lo que pasa en sus edades

y no es

el tiempo.

 

Hazle espacio en tu universo a su materia inabordable,

sustituye tus papilas gustativas por su acento,

hazle un trueque: tus lunares por su aliento,

tu dulzura por la sal que se columpia entre sus lomas cuasi calvas.

 

Duplica el riesgo de un infarto al acostarte

como un sol en sus colinas,

haz que truene taciturna, haz que llueva magma acuoso,

delimita el infinito entre el cosmos y su ombligo.

 

Muere en vida,

mas no le hables del silencio

que está tieso entre tus piernas.

Permite que ella te alce el silencio como la asta a la bandera,

con la punta de tu idioma rasca el cielo de su boca

y con sus labios interinos afirma todo

sin decir ni una palabra.