Fabio Armando Urrego Valderrama

Maria Patricia...

Tantos suspiros ha; una tarde inolvidable,

nació en mi corazón anhelo irrevocable,

serías tú; sé que juré, luz de mi historia.

¡Jamás te alejarías de mi memoria!

 

Te conocí una tarde; deslumbrante

 jugabas bajo el sol, linda y radiante

preciosa como lira inspiradora,

perfecta como numen vencedora.

 

Al punto me rendí a tus lindos ojos

tu risa musical, tus labios rojos;

tu cuerpo sin igual, tu gracia plena,

dulzura en tu mirar, alma serena. 

 

Entonces te hice musa de mis sueños,

lumbre inextinguible de mis leños;

pues eras realidad no fantasía,

elíxir celestial, dulce ambrosía...

 

Sin embargo, corrí tras utopías,

que absorbieron mis noches y mis días

mientras tú en la distancia te alejabas

sin notar que mis sueños marchitabas

 

Rogué entonces en mis horas claras

a todo cuanto existe me escucharas;

pero en vez de ser yo quien lo dijese

al cielo supliqué por mí lo hiciese.

 

Mas darle al cielo misión significante

que no eras tu carbón, sino diamante

fue necedad de un hombre en desvarío

que en sueños se creyó Rubén Darío

 

Y el tiempo se llevó todos mis años

siguiendo a mi ilusión mil desengaños

sin que yo despertase ni entendiese

cómo evitar tu huella se perdiese

 

E hincado ante el silencio misterioso

del amor que sin hablar es portentoso

puse en manos de la suerte mi destino

absurda decisión... cruel desatino!

 

Clamé entonces a Homero y a Cervantes;

guardianes del idioma y los amantes,

me diesen la elocuencia y valentía

para alcanzar tu amor con hidalguía

 

Por supuesto, escritores ni poetas,

duendes, hadas, ni genios de historietas

pudieron abogar por mi añoranza

por lo cual di al viento mi esperanza.

 

Esperanza que enfermó sin que él hablase

y esa verdad inmensa te contase,

llevándome a implorar a las estrellas 

que, si no lo hacía él, lo hiciesen ellas.

 

Mas, aunque viento y estrellas te buscaron

y mis más caros sueños te contaron

ni a ellas ni a él tú comprendiste

y del viento y las estrellas te escondiste.

 

Entonces te busqué con sol y luna

sin rastro de tu paz ni suerte alguna

y el invierno de mi vida sobrevino

sin tu amor bendiciendo mi destino.

 

Ahora me voy, me llaman las estrellas;

el viento me entregó mensaje de ellas.

Ya no valdrán canción, verso ni prosa,

mi amor lo sabe bien; llora una rosa.

 

En ella hay para ti rimas, canciones,

sueños de amor y dulces pretensiones

historias de romances y proezas,

de príncipes, galanes y princesas.

 

Y ella te contará sin inquietarte

cuánto anhele quererte, cuánto amarte;

como en aquella tarde ya distante

en que creí ser Dios. Oh, eterno instante!

 

Fabio Armando Urrego Valderrama