Miguel Ángel Miguélez

Ovillejos

 

 

 

 

 

 

 

I

 

 

¿En qué pienso al ver tu hoyuelo?

El cielo.

¿Quién da formas a esa fragua?

El agua.

¿Qué misterio arrastra el viento?

Tu aliento.

 

Son tus labios lo que siento

cada día a la mañana

y, en mi boca, se desgrana

el cielo, el agua, tu aliento.

 

 

 

 

II

 

 

 

Que el vencejo vuele grácil 

no es fácil, 

pues libre se ha de sentir

vivir

cada momento, en su empeño, 

el sueño

 

del aire y mirar pequeño

el mundo bajo sus pies... 

Dime tú, ¿cómo lo ves? 

¡No es fácil vivir el sueño! 

 

 

 

 

III

 

 

 

 

Que las venas no me guarden,

pues arden.

Ya no son sino rastrojos

mis ojos

de la vida que perdí

por ti.

 

Por eso parto de aquí,

de tu recuerdo salvaje,

viajero sin equipaje,

que arden mis ojos por ti.

 

 

 

IV

 

 

 

Quisiera la espuma al mar

tomar.

Quisiera sembrar, contigo,

tu trigo

y que surja así este verso

tan terso.

 

Sentir que estoy en ti inmerso

y, agarrado a tu cintura,

con mis manos, sin mesura,

tomar tu trigo tan terso.

 

 

 

V

 

 

 

De tus labios ese duende

 enciende

por mi pasión, sin sosiego,

el fuego

que abrasa, y vuelve dosel,

la piel.

 

Desnudos, yo tu corcel,

hoy me montas con ardor.

Cuando se olvida el pudor

 enciende el fuego la piel.

 

 

 

 

 

 

 

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EL OVILLEJO
 
 
Definición y origen, estructura métrica y consejos para su composición.
 
 
          El ovillejo es una estrofa de origen cervantino (aunque seguramente ya fuera común con anterioridad los primeros registros de que se tiene constancia vienen de la mano del eximio don Miguel de Cervantes Saavedra). Está compuesta por diez versos, de los cuales los seis primeros son tres octosílabos y tres trisílabos; en la estructura más clásica los octosílabos formulan cada uno una pregunta y los trisílabos la responden rimando en consonante a modo de eco, pero como veréis en los ejemplos más adelante, la tradición no es una regla estricta sino que, como la misma poesía, va evolucionando según la época y los autores. A continuación del tercer trisílabo sigue una redondilla que enlaza con la tercera de las rimas y resume el contenido de los seis primeros versos, incluyendo en su verso final las palabras que forman los trisílabos.
 
 
           Como es probable que esta definición genere dudas, a continuación transcribo uno de los primeros ovillejos que se conoce y que está escrito en el capítulo XXVII del Quijote; señalo en negrita los pies y el verso final, y entre paréntesis la notación métrica de cada uno:
 
 
 
¿Quién mejorará mi suerte? ( 8 a )
¡La muerte! ( 3 a )
Y el bien de amor, ¿quién le alcanza? ( 8 b )
¡Mudanza! ( 3 b)
Y sus males, ¿quién los cura? ( 8 c )
¡Locura! ( 3 c )
Dese modo no es cordura ( 8 c )
querer curar la pasión, ( 8 d )
cuando los remedios son ( 8 d )
muerte, mudanza y locura. ( 8 c)
 
 
 
           Pues bien, para componer un ovillejo, una vez hallamos pensado o sentido lo que queremos expresar, tenemos que empezar por el octosílabo final, de forma que la división en los pies sea posible; esto se puede hacer de varias formas, veamos:
 
 
            1ª.- usando una o varias palabras bisílabas y agudas, que en el verso suman una sílaba métrica.
 
Ejemplo: De Dios nos viene la paz.
 
 
           En este caso la división en trisílabos sería: De Dios (2+1) / nos viene (3) / la paz (2+1)
 
 
         Una vez tenemos el verso final y los pies, solo hay que dejarse llevar de la inspiración e ir añadiendo el resto de versos, pero ahora es mejor ir desde el principio para no perder el rumbo en ningún momento y llevar el ovillejo con naturalidad, equilibrio y armonía hasta el verso final, donde todo se desenlaza.
 
 
De la esperanza, entre nos:
de Dios,
donde todo se contiene,
nos viene
como una estrella fugaz
la paz.
 
Pues ilumina su faz
donde la paciencia alcanza
de la vida. Ten confianza,
de Dios nos viene la paz.
 
 
             2ª.- Añadiendo o quitando conjunciones y/o artículos en los pies o en el verso final; como ejemplo podeis observar el ovillejo cervantino, donde se añade un artículo en el primer pie ( ¡La muerte! ) que luego se omite en el verso final.
 
 
 
           3ª.- Este último caso lo recomiendo solo si es imposible usar los dos anteriores, pues siempre será mejor y no forzaremos la entonación de los pies. Se trata de emplear las licencias métricas pertinentes en ellos (diéresis, sinéresis y, por supuesto sinalefa) para que cuadre el número de sílabas. De las dos primeras, suele utilizarse con más frecuencia la diéresis para hacer trisílabo un bisílabo, no olvidemos que estamos limitados a un número estricto de sílabas, luego hacer sinéresis en el pie nos daría menos posibilidades y, por otra parte, en el octosílabo final no se admite ninguna de estas dos, salvo que así lo dicte la entonación natural del verso.
Veamos un par de ejemplos para aclarar esta cuestión:
 
 
Con diéresis (correcta):
 
 
Noto tu piel erizando
cüando,
sabiendo a mi voz recurro,
susurro
tras de tu cuello un sincero
-¡Te quiero!-
 
Así tu cuerpo, señero,
eleva tibio el latido
y exhala un tierno gemido
cuando susurro: ¡Te quiero!
 
 
Con sinéresis (correcta):
 
 
Si me quieres algún día,
p(oe)sía,
te diré siempre que sí
aquí,
que, en el fulgor con que vienes
me tienes.
 
Eterno aroma en las sienes
cántaro fresco de amor,
alba de luz y candor…
Poesía, aquí me tienes.
 
 
 
 
 
Poco más hay que añadir al respecto, espero que estos consejos os sean de utilidad y si os quedan dudas, no dudéis en preguntar en vuestros comentarios. Como último consejo de hoy, practicad, practicad y practicad.