juanestrada

RĂ©quiem

Ya no estoy,

ya me marcho;

ya se diluye en el tiempo

mi efímera presencia.

 

Aquí se quedan

por un breve lapso

y como mísera herencia

mi mirada triste

que se repite triste

en los ojos de mi hija

como viendo siempre

la lluvia caer.

 

A ti, amor,

te dejo dos versos

malogrados que nombran

la tarde en que

descubrí tu pecho

y las noches breves

arrullado por la tibieza de tu cuerpo.

 

Te dejo, hija,

el hábito absurdo

de desempolvar fantasmas

que son humo y aire viejo

que se disipa en la memoria;

te dejo el ejercicio inútil

de inventar el pasado

para soportar el peso

de las voces que

insistentes me invocan.

 

Te dejo, hijo,

la obsesiva costumbre

de llegar a tiempo

y de quedarme absorto mirando

al vacío que sutilmente

nos desconecta de la muerte.

 

Aquí se quedan

cuatro o cinco instantes

poblando efímeramente

el campo de los recuerdos 

que conserven de mí.

 

Ya no estoy;

ya soy memoria

que se borra

en el tedio de la tarde

mientras al fondo del patio

inexorablemente se marchitan los geranios.