Miguel Ángel Miguélez

A las orillas del mar

 

 

 

 

 

A las orillas del mar

terminan nuestras historias,

se cuentan como infinitas

aunque nos parezcan pocas.

Se derrumban como el tiempo

que a sí mismo se devora,

como el agua se hace espuma

sobre las crestas canosas.

Regresan sobre la arena

como estrellas, como conchas

vacías, como esqueletos

desnudos, luces y sombras,

como restos del naufragio

de la vida y de la gloria

que fueron alguna vez

y que nada son ahora.

 

Agua y música en silencio,

pertinaz, cautivadora,

de la sangre que se eleva

y desciende sin demora

al ritmo azar de una luna

que, entre las nubes, asoma

y pende del punto exacto

donde las palabras sobran,

donde las miradas dicen

lo que el corazón razona

de la lucha, cuerpo a cuerpo,

de la flagrante derrota

de la carne, del espíritu

y el fragor de las gaviotas

que gritan ante el crepúsculo

a una noche de albas rotas

que recuerdan lo que fuimos

hasta llegar a la costa,

marea sobre marea,

el salitre, tu y yo, a solas

donde nada permanece,

donde las huellas se borran...

 

Respiramos, somos almas

que se van unas con otras

como si reconocieran

el camino en la memoria

que se repite, por siempre,

olas, tras olas, tras olas...