Alberto Escobar

Así llegaste.

 

Escuchando hoy, seis de septiembre del veintidós, a las 11 de la mañana \"Nunca será como Dante\", la conversación de Sara Rodi con Joaquim Arena, y como entendía mejor el portugués de ella que de él, pensé que eso de entender mejor el habla de las mujeres que de los hombres puede que sea porque las primeras voces, o al menos las más frecuentes, desde que nacemos son las de nuestras madres...
—. Nota de entonces, practicando portugués. 

 

 


Tu voz, la primera,
canto, melodía, amniótica 
piscina, gestación lenta.
Tu voz, tenue, confusa,
tamizada por los obstáculos,
armoniosa, serena, hogar.
Tu voz, mi tímpano tiembla,
empieza a entender significancias,
verbalizaciones, tonos, energías,
rasgos dialectales, mi lengua. 
Tu voz, respondo, golpeo las paredes,
la placenta se queja, tú, tu mano
sobre el vientre testando mi respuesta,
estoy aquí, contigo, dentro, útero, 
dentro, en esta casa que espera
próximo derribo, canal de parto,
cemento que blanco embadurna
la carne nueva del neonato,
respiración que rompe como llanto,
episotomía sanguinolenta y sudor,
admirando tu esfuerzo, das la vida. 
Calostro que espera pezón, succión
galopante y propiciadora, borboteo
sobre el rostro novel que empieza.
Pulmón rompiendo sus cadenas,
oxígeno tapizando capilares, venas,
hemoglobina nutriendo los naceres, 
plasma sustentando, gritos de auxilio. 
La vida ascendiendo, útero vacío,
tú, constriñendo cada gesto, dilatación,
oxitocina que bulle, empuje, deseo.
La cabeza va viniendo, se encaja
en el hueco que el cansado pubis
deja abierto, la luz entra e inunda.
Claudicas, las fuerzas escasean,
y salto sobre tu pecho embarrando
el inmaculado alivio que sientes 
al besarme, te dejo sal en la lengua. 
El barniz caseoso me envuelve, sabe
a ambrosía a tu paladar, tu abrazo
sobre un lienzo lechoso que llora.
Lamentas mi viacrucis, y me haces luz. 
Descansa, te mereces el sueño, duerme.