Miguel Ángel Miguélez

Cautivo de tu piel

 

 

 

 

 

 

 

Ya ni pienso

lo que vivo

yo cautivo

de tu piel,

cuando cubre

la cortina

cada esquina

del vergel,

 

 

que te viste

y engalana,

de mañana,

con mi sed

de beberte

cada día

tu ambrosía

a merced

 

 

de las ansias

de mi boca,

de la loca

sensación

que tu cuerpo

me provoca,

pues trastoca

la razón.

 

 

Son dos mares

tus espejos

de reflejos

en azur

que me miran

insinuantes,

navegantes

rumbo al sur.

 

 

Son tus pechos

las palomas

con que tomas

de mi mies

la cosecha

de caricias

como albricias

a tus pies.

 

 

Y en tu rostro

se figura

la hermosura

celestial

donde pierdo

todo centro

de este encuentro

sin final.

 

 

Soy devoto

de la luna

que te acuna

junto a mí

y le imploro

cada noche

que derroche

sobre ti

 

 

una aurora

nacarada,

irisada

de marfil,

que te bese

complaciente

suavemente

de perfil,

 

 

con la magia

cosmológica,

siempre ilógica

ilusión

que se muestra

tras tus ojos

con arrojos

de pasión.

 

 

¡Que corone

cada rosa

de mi diosa

su esplendor

con fragancias

que sublimen

y la animen

al amor!

 

 

¡Que prosigan

mis delirios

y tus lirios

puedan ver

que te vivo,

que te quiero,

que te espero

florecer!