Miguel Ángel Miguélez

CAMINANTE (recitado)

 

 

 

 

 

 

Caminante sereno con tu paso fugaz,

anhelante de luz de los cuerpos celestes,

navegante del aire la paloma torcaz

adelante te guíe por los prados sin vestes.

 

 

Del camino lejano en la orilla del río,

donde el agua se calma tras surgir del venero

y los álamos cantan su susurro al estío

plateando las sombras, a la tarde te espero.

 

 

Llevaré entre las manos el intenso vacío

de los pájaros muertos en la hiel de febrero

para en lágrimas secas deshacer lo sombrío

que las hojas arrastran con el viento señero.

 

 

Y vendrá, como siempre, tu sonrisa cercana,

tu caricia de abril, tu fragancia de mayo

para darme la aurora que vivió tu ventana

y besar mi camino sobre el eco del rayo.

 

 

 

Caminante sereno con tu paso fugaz

anhelante de luz de los cuerpos celestes,

navegante del aire la paloma torcaz

adelante te guíe por los prados sin vestes.

 

 

De la falda del monte, de la fresca arboleda

de los trinos perdidos del jilguero y el mirlo,

una nube desciende, y su niebla de seda

desdibuja el recuerdo, incapaz de sentirlo.

 

Olvidados amores que regresan distantes

en la leve mañana aparecen distintos

pues sin pausa, silentes, como agujas punzantes,

se me clavan tan hondo que renacen extintos

 

al colérico ritmo de unas venas estatuas

que se abren y escuecen con pasión infinita;

la que tiene esta vida entre errantes y fatuas

intenciones de hacerse como el agua: ¡Bendita!

 

Y en vapores caer y volver a nacer

en un beso de mar de un amor de mujer

y seguir caminando y por fin comprender

que con él somos todo lo que quede de ser.

 

 

 

Caminante sereno con tu paso fugaz

anhelante de luz de los cuerpos celestes,

navegante del aire la paloma torcaz

adelante te guíe por los prados sin vestes.