GUILLERMO JIMENEZ PAVON

La ventana

LA VENTANA

Desde mi ventana veo pasar al pastor, seguido de dóciles ovejas, rumbo al campo a pastar.
El día es de un invierno duro y están cayendo gotas de agua tan frías, que parecen que estén heladas.
El pastor lleva puesto un capisayo negro, para protegerse de la fría lluvia y le acompaña un perro de pelo rizado (de los llamados de agua, color negro), que está pendiente y no le quita ojo de encima al chaval.
El perro mueve con energía el rabo y de tarde en tarde le ladra al pastor, como pidiendo que le mande alguna tarea, para ganarse el trozo que se come de pan.
Los cencerros que varias ovejas llevan colgados del cuello, hacen un ruido tan expresivo, que cuando pasan por el pueblo, sin verlas, sabes que vienen o van a pastar.
Entre las ovejas van varias cabras negras y un macho cabrío, que siendo las cabras diferentes en todo a las ovejas, pueden juntas pastar.
Tras el rebaño veo pasar a los gañanes, que montados en sus sufridas yuntas de mulos, van en silencio a trabajar. Los que fuman van liando un cigarrillo y los que no, contemplan a los fumadores, la habilidad que tienen para esos pitillos liar.
Los mulos desde que salen de las cuadras llevan puesto el molesto yugo y juntando sus lomos entre sí, se van abriendo de patas, intentando desprenderse del espinoso letal.
Tras las yuntas veo pasar un grupo de labradores y labradoras, que con sus talegos colgados de las azadas, caminan en silencio hacía el tajo para trabajar.
Van mirando al cielo que está cubierto de nubes negras, mientras unas gotas de agua fría les van cayendo sobre sus curtidas caras. Pobres de ellos me digo yo, cuando los veo con tanto frío en sus cuerpos y tan poca ropa de lana para poderse calentar.
Tras los labradores, y montados a caballos, veo al dueño y al capataz de la finca, que con abrigos de lana y largas capas impermeables, se van resguardando de la lluvia y del frío polar.
Desde mi ventana veo pasar a doña Carmen, que con la cesta bajo el brazo y la lechera en la mano, va a la tienda de la ditera por comida y como siempre, apuntará lo que se lleva, para pagarle con la cosecha, o si puede, con el jornal.
Tras ella va Juanele muy deprisa y a doña Carmen la ha adelantado; lo ha mandado por la compra doña Flora, que la noche anterior había estado pariendo un chaval.
Juanele, que mentalmente el pobre no está muy bien, a todos los del pueblo que le hace falta, les trae los mandados de la tienda, por poco más de un real.
Desde mi ventana veo pasar a una pareja de civiles, que como siempre, a la casa de don Pepe van a parar. Don Pepe es el más rico del pueblo, muy amigo del cura y por supuesto, de la autoridad.
Desde mi ventana veo a un niño llorar, a su padre se lo han llevado los civiles y no sabe cuándo, o si volverá.
Desde mi ventana veo pasar a doña Concha, que mataron a su marido en la guerra civil y a la casa del alcalde va a reclamar. Dicen que se ha vuelto loca, por que la pobre, al alcalde, por su marido va a preguntar. Se ha quedado viuda y con muchos muchachos para criar. A su marido lo mataron los nacionales sin motivo y la pobre, no lo puede asimilar.
Desde mi ventana veo pasar unos niños hambrientos, en su casa su madre se ha puesto enferma y nadie más que ella, puede llevar el jornal.
Son huérfanos de la guerra, esa guerra endemonia, que tantos sufrimientos ha traído, a toda la humanidad.
Desde mi ventana veo pasar a Mórello, que con su gran barriga, al casino se va a jugar.
En todas las contiendas ha habido quienes se han beneficiado y en esta, no faltaría más.
Desde mi ventana veo pasar a otros dos guardias civiles, que a caballo, a la casa de don Pepe van a parar.
Dicen que la justicia es igual para todos, pero si tienes que juzgar al que te regala el pan, no le juzgará igual.
Desde mi ventana veo pasar a don José, que con su cigarrillo en la boca, a la escuela va a entrar.
Es su cumpleaños y los regalos que le han dado los vecinos, en la vespa no sé si le cogerán. Son muchos gallos y conejos los que los padres de alumnos le han regalado, en agradecimiento a su saber enseñar.
Le ha pedido a su pariente Emilio unos serones, que este tiene para ir ha comprar. Emilio se los ha dejado y con la vespa bien cargada, a su pueblo se va.
Desde mi ventana veo pasar a un padrino, con muchos chavales detrás, ha bautizado a su ahijado y unas perrillas les tira a estos que lleva detrás, que diciendo, padrino, padrino, esperando que le eche más dinero van.
Desde mi ventana veo pasar a una madre con su hijo de la mano, que a la escuela lo va a llevar; es el primer día de clase que va a tener el chaval. Va llorando porque no sabe a dónde va; la madre lo consuela y le explica lo que en la escuela le van a enseñar.
Desde mi ventana veo pasar a una novia, que se va a casar; va vestida de un bonito vestido blanco, y cogida del brazo de su padre a la iglesia va a entrar.
El novio un poco nervioso, con un traje oscuro la espera delante del altar, y familiares y amigos que le acompañan, al entrar la novia en la iglesia, se han girado todos para atrás, para ver a esa hermosa novia, que su belleza no tiene igual.
Desde mi ventana un entierro veo pasar, se trata de Juan, que a su ultimo viaje, todos los vecinos les quieren acompañar.
En vida nadie le ayudó y de miseria el pobre se murió, ahora todos se lamentan, de en vida no haberlo tratado con humanidad.
De muy poco valen los lamentos, de muy poco, señores míos, es mejor ayudar cuando el ganado está esparcido, no cuando en los corrales está.
Desde mi ventana veo pasar la vida, que siendo tan frágil y tan corta, no entiendo como los humanos por intereses se la complican, sabiendo lo cerca que está la muerte, que en cuando te descuidas, en segundos te llegará.
Desde mi ventana ya no veo nada, ya todo se termina, ya se me va la vida, ya se me va la vida, tan corta y tan bonita, tan corta y tan bonita, que como todo, tiene un final.

G.J.Pavón