Pilar Luna

TIERRAS DE TERUEL

Las torres de las Iglesias,

airosas, gallardas y aristadas,

como disciplinantes

tapices geométricos

escarpados en las montañas,

recorren el camino sombrío

con el sonido melancólico

de las campanas,

y se elevan,

orgullosas, al cielo,

abrazando al hombre perdido.

 

Sin anhelo,

el alma se ahoga

en la incipiente aurora.

Es la vida en el cadalso

sin esperar que

notifiquen el indulto.

Olvido implacable.

Hombres de frontera,

renegados,

con paso solitario,

en una tierra de nadie,

reyes silenciosos

de una tierra sin nadie.

 

Pero cuando las campanas

tocan a rebato,

todo mi pueblo,

sobre el aire calcinado,

con un grito de furia,

baila viejas danzas tribales

dando vueltas infinitas,

guardando sus libertades

sin cobrar tributos.