César C. Barrau

En la nada existe lo posible, lo imposible empieza a existir después de que la nada deja de serlo.

El tiempo no espera, es sólo tiempo;
las cosas que esperan están vivas,
se mueven irremediablemente.

En cambio, el tiempo es inamovible,
tan sólo se aprecia o se desprecia,
se comparte, se invierte o se consume,
pero nunca se puede mover.

Y si uno espera a que ocurra algo
el tiempo le arroja una duda:
llegará antes o después
de que la espera se diluya?

Todo apunta a que la espera es infructuosa;
la esperanza, en cambio, es toda producción,
en ella habita la fe como en el tiempo la fortuna.

Nada es tan preciso como el digno amanecer
que a la noche permite descanso.

Esperanza es entonces la aceptación
y su fruto es la gloria que de ella se desprende.

¿Quién quiere aquello de lo que carece dignidad?

¿Acaso pudiera sostenerse?

Entonces, es algo malo esperar
que la esperanza resuelva las dudas?

De ser inamovible (la esperanza es como el tiempo)
no existirá más final que aquel que ya existe,
y así como el sol da descanso a la luna
la vida otorga a quien no duda.

Hay destinos que no se pueden escoger
Una vez te has visto en uno de esos
Ay amigo, no esperes que eso cambie
Ahí estarás para siempre, sintiéndote digno

Todo lo demás,
aquello que te impida lograrlo
no es más que ignorancia, orgullo, ceguera
y de ahí la inacción.

Pero estás vivo, estás viva;
tal cosa impide la quietud.

El tiempo no espera;
al igual que la luna al sol no espera,
en dirección a eso que esperas,
la única cosa que se mueve eres tú.

César C. Barrau
19-02-2023