Eduardo Francia

DELIRIO ACAECIDO

Plácidas mañanas en cálida morada.

De la casta un émulo radiante,

Se formó un zafiro rutilante,

Brilla cual alejandrita engalanada.

 

Ya en nuevo campo eres reservada, 

Rechazaste espinas, ingeniosamente.

Negando aun fuego consecuente.

Egipto astuto, fuiste embelesada.

 

Morí, pues, a lo dicho de tus labios

Quedé inconsciente en el cieno.

De mi fortaleza, escudos rotos.

 

Enamoraste a Eva sin testigos.

Cortejaste la blancura de su bella mano.

Mas será en vano, en frente de mis ojos.