Hector Loaiza

Oda a tu cuerpo

Amor, es finito el ocaso

e inmortal esta ternura,

el tiempo parece ausente

cuando los luceros acompañan

a la penumbra.

A tan solo un gemido se detiene un grano de arroz o un meteoro de trigo. En el vaho se mezcla mi voz ronca con la consistencia de tu llanto.

 

Que tierna eres,

cómo un ruiseñor poblandome,

creando su hogar con ramas

y piedras.

Que linda eres, a nadie te pareces, 

solo al anhelo de mi amor ávido.

Tocó y tocó sobre el muslo tu caucásica forma de nube.

Salta y salta el sol, 

corre y corre el cristal ceniciento.

 

Dulce como mermelada,

fresca como el estío,

desnuda como el cerezo.

Arriba se hace eco tu nombre,

en este corazón se va disparando

el rocío.

 

Ah no cesa, 

Ah no huye,

Yo siempre toco el estímulo

de la avena y la magnolia.