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Una iglesia y un arco que da entrada
observan una nueva bienvenida,
más tarde con su adiós, la despedida
viajará sin decir apenas nada.
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Arriba, el cielo; abajo, la cañada,
dorando los compases de la vida,
ambos tienen allí la voz dormida
esperando de nuevo otra mirada.
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El pantano y las aves, a su paso,
son meros invitados de un paisaje
que no quiere dejar la vista atrás.
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Las campanas, la vida, el pueblo al raso
serán postales de un mágico viaje
con el recuerdo en ellas además.
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Fotografía y poema : Ramón Bonachí.
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Siurana , un pueblo medieval