Abbo

Bajo las olas

No había visto la asfixia hasta que la respiré. No había visto la desesperación hasta que me abrazó. No había visto la azulidad hasta que supe que la pena se podía teñir de azul.

      Es difícil recordar cuando aún la obscuridad era el único miedo que tenía. Ahora me sumerjo en una, tan llena de cuadros azules, de cuadros tristes que se mezclan y me cubren. Obscuridad azul debajo de las olas. La única luz vive sobre mí cabeza y reside en los cielos, y mis manoteos e imprudencias me alejan trayéndome más y más abajo. 

      ‎¿Cómo te acostumbras a la asfixia? ¿Cómo te acostumbras al ahogo? ¿Cómo te acostumbras a caer? A seguir cayendo y no parar de hundirte. Era tan bello caminar la playa. Era tan bello construir castillos de arena en ella. Ahora todo lo que imaginé yace bajo los olas. Ahora yo caigo con ellas.

      ‎Solo, y desafortunadamente con compañía. Ha sido la gente a la que amo la que he empujado a caer, la que me ha empujado al agua, quienes bajan conmigo y quienes quieren traerme de vuelta, mis cariños y mis sentimientos se ahogan con ellos. Sin poder evitar pensar en quién más vendrá al abismo azul al que nos dirigimos. Y gritar no sirve de nada, lanzando burbujas a la superficie para esperar que la luz nos salve, cuando nos alejamos de ella. Lástima es, ¡ploc, ploc! Revientan los suspiros al llegar arriba y nadie los escucha. 

      ‎Todo abajo es tan obscuro, y la gravedad se refleja en las lágrimas perdidas en el descenso. Clamando segundas oportunidades y los anzuelos y las anclas de regreso a casa han sido ignoradas, se han perdido entre tanto azul y negro. Todo en lo que creía y vivía, ahora yace bajo las olas. Crucé el océano cuando me llamaron al oído y caí con todos y ahora nada tengo para mí mas que agua en mis pulmones.

      ‎Frío. Lejano. Olvidado. No encuentro el camino de regreso y sólo veo mis pies sin tocar fondo y no puedo encender las malditas luces para despertar y respirar. Se come y no satisface la obscuridad en mi vida. Parece una avenida cerrada, no salidas, no regreso, no sé ver aún en la obscuridad absoluta. Sálvame y llévame de nuevo a la luz.

      ‎Si cuando dejaba que el agua me dominara sería más sencillo, es la sentencia porque aunque las corrientes no me fluyan aún pueden llevarse los tesoros de mí. Aún pueden arrastrar con mi dolor más lejos de mí, no alejándolo; volviéndolo más grande. Extenso. Largo. Invisible.

      Aquí en la obscuridad me conozco y me pierdo. Tropiezos, caídas, una playa de arena movediza y un mar bravo, un sol que se oculta y frío en el azul que me sumerjo. Así salgo a los balcones para poder ver todo aquello que soy, todo eso que me hizo y lo que creo que me hará. Al final creo que siempre tuve que caer. Caer hasta romperme, hasta convertirme en el peso que ya no pueda cargar y soltarme para sentir. Luz u obscuridad. No importa porque ahora todo se pierde bajo las olas.