🇳🇮Samuel Dixon🇳🇮

La mala hora

Sentado don Rodrigo (conserje de los viejos)
decía a su sobrina: —conserva mis consejos,
que ya la adolescencia venció a la pubertad.
La joven inaudita miraba tan lozana
la trémula esperanza muy digna y soberana
y dijo mascullando: —lo sé, ya tengo edad.

—Campánula de mi alma, sabor de los sabores,
la gente merodea (pues dicen hay rumores,
que esconde algún secreto la hijita del Sultán).
En eso la muchacha sintió derribar su alma
debido a las falacias. Y sin perder la calma
responde: —El ego mata por necio y balandrán.

—¡Oh linda clavellina confiesa lo que escondes
pues hace mucho tiempo que airosa me respondes,
yo dudo de tus ojos (mirada de temor)!
—¡Ya basta!— le grita ella.  —Ya son dieciocho años
y sigues con refranes tentados por engaños
(excusas y dislates; consigna de terror).

Rodrigo sorprendido la cólera le estalla
y como guerrillero prepara la batalla
en donde sin palabras con odio la encerró.
La ató de pies y manos, también tapó su boca
diciendo enloquecido: —no temas niña loca,
que solo es un castigo. La gloria te olvidó.

Y sobre carcajadas volvió a decir sereno
con tono muy burlesco, lenguaje tan obsceno:
—mi sobrina es lo que eras, pero eso ya cambió.
Mañana por la tarde con ropa y sin abrigo
sabrás que el pretendiente; tu ejemplo y buen amigo
será quien no sería, pues lo decido yo.

—Rodrigo, ¡¿por Dios qué haces?! ¿Ya te has enloquecido?
—gritó el Sultán a voces al ruin y sorprendido
de mente cochambrosa. —Jamás tendrás perdón
—le dedujo. —Olvídalo. La gloria tan florida
y la condena impuesta son causas de la vida
—responde don Rodrigo sangrando el corazón.

—Yo no puedo arrentirme. Lo hecho ya está bien hecho.
Mas tengo la esperanza de ser hombre derecho
sabiendo que la vida me puede castigar;
también honesto digo que mi alma prisionera
un día se ha caído, verdad muy verdadera
y es causa del deseo perdido y sin igual.

                                   Samuel Dixon