Nataly Olarte

He regresado a mi tinta.

Tiempo atrás, decidí pelear con la pluma, pues cada que la tomaba, se empeñaba en hablar mal de ti.
Me aferré a tu sonrisa, con tal fuerza, que se me deshicieron manos y ojos... Y, en un frenético ataque de idealismo, les permití zarpar... Finalmente, así no podría volver a empuñar un lápiz que quisiera ofenderte.
Al papel, lo usé sólo para leer y para secar el llanto que con todo ahinco le oculté al mundo.
¿Quién lo creería? De la poesía hice mi enemiga y pasé a pintar de rojo pasión a la soledad en compañía.
Atiborré de música al corazón, buscando camuflar entre el ruido, la podredumbre de mis entrañas; abrazando en añoranza a las mariposas que ya revoloteaban más atemorizadas, que enamoradas.
Oh, cariño, me cambié a mí por pequeñas alegrías y por los abrazos a migajas que efusivamente lanzabas, si acaso intentaba huir.
Entre tanto, mis dedos temblorosos acomodaban en la basura textos de los que nunca sabré (mos). 
Hoy, cómo casi todos los días desde que partí, he sido presa de la incertidumbre y de la culpa, tu nombre intruso se ha colado en mis memorias para atormentar el reloj con fantasmas de lo que no fue.
¿Sabes? Ha pasado ya algún tiempo desde ese último escrito que disfracé con arte para enmascarar la desesperanza. 
Y mucho más desde aquellos en los que gritaba fortuna, mientras me apagaba en silencio.
Pero hoy, cariño, cómo casi ninguno de esos días, he regresado a mi tinta para esbozar entre sollozos la paz que tanto me falta.
Hoy, hablan mis cenizas, esas que he mezclado con lágrimas, para esculpir unas nuevas manos que prometen no volver a callar.
He regresado a mi tinta, cómo quién regresa a sí mismo para refugiarse en su propio pecho, para deletrear futuros en los que ya no aparecen tus pasos.
Tal vez sea pronto para decir adiós, pero es también tarde para un hasta luego. 

Perdona las líneas chuecas y oxidadas, dicen los poetas que son reflejo del alma...