Miguel Ángel Miguélez

Romance de esperanza

 

 

 

*

 

En esta tarde de sombra

de lluvia, granizo y viento,

hay un rumor de cristales,

tintados de sentimientos,

que pugnan por ver la luz,

que, sin sentirlos, los siento.

Es a tí que me dirijo,

porque yo solo no puedo;

es tu voz la que me exige

libertad en tierra y cielo.

Por éso te pido, ven

y habla por mí, compañero.

Tú, que te encierras en mí

gritando desde el silencio.

Tú, que eres puño cerrado;

tú, que palpitas por dentro;

refréscame la memoria

e irrígame nuevos verbos

que canten a la justicia

del hombre pobre del pueblo

con espíritu inflamado

que abrase en lenguas de fuego

a los ladrones del alma,

a los árbitros del juego.

Huya el trueno a la garganta

y desborde por mis versos.

 

 

*

 

Decidme, poetas todos,

¿dónde se abre cruel el cielo?,

¿quién vio la espiga de trigo

segarse antes de tiempo?,

¿por qué canta la guadaña

al que siembra con esmero?,

¿por qué el sexo de los ángeles

esta libre del impuesto?,

¿por qué tragan tras sangrar

los despojos del obrero

mientras sirven el caviar

al infame carcelero?,

¿hasta cuándo llorarán

las matrices que no fueron,

las que viven pesadillas

en vez de vivir sus sueños?

¿Cuántas vidas bastarán?

¿Cuántas pagará el dinero?

 

 

*

 

Pronto será la cosecha;

es sólo cuestión de tiempo

que hasta los montes se abajen

para que se alcen los muertos.

No los que están bajo tierra,

esos que siguen viviendo;

las briznas de humanidad

que esperan que sople el viento,

trayéndoles la esperanza

que les brote de los pechos,

los pechos de esas sus madres

que, entre calostros resecos,

como fuente de la tierra

florecerán por los yermos

acariciando la paz,

cubriéndola con sus besos.