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El heredero (cuento - cuarta entrega)

Creo que la lluvia siempre me fue fiel o tal vez el sonido del agua golpeando y golpeando o tal vez el sonido como aquel ascensor subiendo y bajando, el ruido del motor y el freno, las zapatas que pegan, que liberan y de nuevo el zumbido. Llaves cerrando, pasos de botas y las llaves siempre cerrando, bocas amordazadas y el llanto ahogado…

(((Aquella noche me advirtieron que estaba por llegar el General entonces quedé apostado en la puerta de calle Córdoba, los nervios se fueron tornando en impaciencia y cansancio y a los 30 minutos llegó con su comitiva de guardaespaldas y chofer, dos vehículos, desde el asesinato del General Juan Carlos Sánchez así se había dispuesto, abrí la puerta levanté el fusil según el procedimiento tantas veces practicado y en menos de dos segundos lo tenía en la espalda tirando fuertemente de la correa hacia adelante con la mano derecha y desde el pulgar, la mano izquierda extendida paralela al piso hacia el hombro derechoo, el golpe de los borceguíes al unirse en los talones y un “buenas noches Mi General” salió inmediatamente con ímpetu y casi como un autómata expelido de mi boca. El general estaba algo excedido de peso y tenía la cara colorada, en realidad era de contextura algo robusta y se le notaba también el exceso de consumo de whisky, yo lo sabía perfectamente porque a la mañana bien temprano sacaba los medios_barrilles de basura y en el de “operaciones” siempre venía una botella vacía de “criadores”. Me saludó muy cordialmente, me preguntó si había comido bien y le contesté con un “si Mi General” siempre manteniendo el ímpetu en la voz, me dijo “bien soldado, dígale al cabo de cuarto que lo libere de la guardia y lo envíe a dormir”, él sabía bien que yo trabajaba luego todo el día, yo mismo había trabajado en la mudanza al “departamento del primer comandante” y varias veces había instalado tomacorrientes en su despacho, por supuesto que el cabo me mantuvo apostado hasta las 7 de la mañana, yo notaba que había algo de bronca conmigo porque los suboficiales pensaban que yo la pasaba bien siendo electricista. Galtieri era bonachón al menos conmigo, siempre me trataba de la mejor manera o al menos eso me parecía.)))

Tocaron el timbre y bajó mi madre, mi casa era de planta alta de esas que se hicieron en la década del 50 con escalera dividida y puerta “cancel”, la puerta del frente era de hierro trabajado y totalmente vidriada, abajo un hombre con piloto gris oscuro y sombrero esperaba con una bolsa de papel madera en la mano, mi madre abrió el vidrio y el hombre preguntó si ahí vivía yo pero era obvio que conocía perfectamente que allí vivía yo, luego de algunas breves palabras le dio la bolsa a mi madre la saludó con un dejo de devoción y se retiró tan fugazmente como había llegado en un peugeot 404 celeste clarito que esperaba sobre Urquiza en doble fila y en marcha. Mi madre enseguida revisó la bolsa y subió a preguntarme de que se trataba todo esto topándose conmigo que espiaba desde la puerta cancel.

1974: “Compañeros, con este agradecimiento quiero hacer llegar a todo el pueblo de la República nuestro deseo de seguir trabajando para reconstruir nuestro país y para liberarlo. Esas consignas, que más que mías son del pueblo Argentino, las defenderemos hasta el ultimo aliento.

Para finalizar, deseo que Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen. Les agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino"…

Habían transcurridos largos años y finalmente con el Ale logramos poner una especie de tarima entre dos gruesas ramas del tercer ombú y allí estábamos cuando aparecieron dos de la barra de Crespo y Salta y empezaron a patotearnos, ellos abajo y nosotros arriba, el Ale como era ya su costumbre los insultaba mientras tanto yo medía a uno de los dos que evidentemente era mucho mas grande que nosotros de edad y de físico, yo me caractericé siempre por ser el estratega y el Ale hacía las veces del grupo de tarea, o sea él era el que iba al frente aunque luego cobrábamos los dos o todos según la situación.

[[[ Cierto fin de año luego del brindis salimos con la barra a tirar petardos, cuetes como solíamos decir, estábamos todos algo borrachos porque a pesar que ninguno tomaba alcohol el ananá fizz o la sidra era obligatoria, entonces el flaco Marquez había comprado unos triangulitos “poderosos” y en la esquina de Cafferatta y Urquiza estaba él revoleando uno encendido así como para tirarlo lejos cuando le estalló justo antes de tirarlo y le cortó de cuajo la falange del dedo índice, y otra vez al Centenario. Nosotros seguimos con el Ale y el Obeso y “atacamos” la escuela “Pedro Goyena” (la escuela donde casi todos habíamos asistido) le hicimos una suerte de bomba con petardos anudados en el candado que cerraba la puerta de acceso, lo encendimos y corrimos bien lejos, el candado se destrozó pero nosotros decidimos seguir la "diversión" en otro sitio entonces nos fuimos por Tucumán hasta Crespo y de ahí por el pasaje sin salida que daba a la pileta del club Estudiantil (Los Rosarinos Estudiantil), saltó primero el Ale, luego yo pero el Obeso no podía subir entonces con el Ale le tiramos los andariveles de madera que se usaban para dividir las calles para las carreras de natación, tal vez el alcohol o la imprudencia hizo que obviáramos el ruido que estábamos haciendo y seguramente algún vecino nos vió y llamó a la policía que estaba justamente solo a dos cuadras de allí, nos sacamos los pantalones y las remeras y nos tiramos a la pileta, el Obeso y yo con cuidado y en silencio pero al Ale parecía que ya nada le importaba y se tiraba de cabeza, de bomba, como si fueran las dos de la tarde. La sirena del comando empezó a sonar primero algo débil, luego claramente, entonces dije “nos denunciaron” y al instante se acalló la sirena al mismo momento que empezó a destellar la luz roja en la pared de una casa de alto que estaba sobre el pasaje, tomamos la ropa y el calzado y salimos corriendo, saltamos el tapial que daba al fondo de la casa de Blasito, gracias a Dios el viejo peluquero ya no cortaba los yuyos y había cafetos silvestres por todo el terreno, de cualquier forma el Ale me dice quedémonos acá contra el tapial porque seguro nos buscarán allá lejos entre los yuyos, y así fue, escuché esa voz característica de los milicos “acá están las huellas…” (por las pisadas mojadas) entonces miré hacia el borde del tapial y vi una linterna y una pistola que pasaban a tan solo dos metros de mi cabeza, iluminaban más allá entre los yuyos, yo tenía al Obeso sobre mi pierna y sobre el Obeso el Ale, así que el peso de ambos me hacía acalambrar, resistí como pude hasta que volví a oír esa voz diciendo “se terminó el operativo, vamos que ya se fueron...”, se habían dado cuenta que éramos solo jóvenes borrachos buscando algo de diversión, de cualquier manera nosotros nos quedamos allí “acobachados” casi hasta las 6 de la mañana, yo ya no sentía la pierna y el Obeso me dice “dale salí vos primero que sos el ideólogo y el capitán” dándome “aire” para que yo arriesgue el pellejo, entonces salí y pensé “la puta madre los canas deben hacer dos horas que se fueron”, nos vestimos y corrimos como nunca, esa escalerita que se formaba con el techo de lo que sería el cuarto de filtros y bomba la saltamos como los mejores atletas. Pero éramos duros de escarmentar y nos fuimos hasta Urquiza esquina Iriondo donde había uno de esos carritos mitad de chapa y mitad de tejido (del tipo artístico y a cuadros, el que se usa en los perímetros de las piletas de natación), entonces el Ale con una rama de un “plátano” (árbol que nada tiene que ver con los bananos pero así le llamamos en Rosario) fue abriendo uno de esos cuadros y otro y otro hasta hacer lugar y nos robamos una sandía, así como para desayunar…]]]

El Ale era malísimo y el flaco demasiado grande como para arrugar, entonces empezó a subir al ombú y nosotros también, nos íbamos cada vez más arriba sabiendo que no llegaríamos demasiado lejos porque simplemente el ombú se terminaba, cuando decididamente el flaco nos alcanzó el Ale se tomó con los dos brazos de la última rama y se dio un buen impulso utilizándola de trapecio y con las dos piernas para adelante le pegó terrible patada en el pecho al grandote, lo vi cayendo y golpeándose rama por rama hasta el suelo, su amigo lo quería atender y por momentos se olvidó de nosotros lo que nos dio tiempo para bajar y escaparnos…decidimos dividirnos, el “accidente” había sido grave así que fui a lo del croto a refugiarme. Subí al vagón, entré y no había nadie, estaba todo casi vacío, ni el fogón encendido, ni siquiera el viejo colchón, ni trapos, nada, solo alguna botella de vino Copiapó vacía y dos bolsos que jamás había visto, me aproximé y abrí uno (era evidente que esos bolsos no debían pertenecer al croto) en su interior había dinero, muchísimo dinero…escuché apenas y giré, estaba el croto parado en la puerta del vagón con las dos manos empuñando una pistola 45, apuntándome directamente a la cabeza, pude ver en sus pequeños ojos rojizos las venas llenas de sangre…Perón se estaba despidiendo de todos los Argentinos, moriría el 1º de julio de 1974.

 

continuará