Mireia Polo Cardona

DESCOMPOSICIÓN PAULATINA

A veces,

quiero volver al mundo que construimos

de miradas verdaderas y besos de los que

rebosaban amor por las comisuras

y goteaban por el cuello en forma de abrazo

hasta cubrirnos por completo.

 

A veces,

pienso en ensuciar los ojos de lágrimas

que nos encharquen el alma de tristeza

para que hagamos esas promesas que se dicen

aquellos que desolados y arrepentidos creen

que todo volverá a ser igual.

 

Pero, ¿para qué engañarnos?

 

Mi decisión no fue un pensamiento repentino

que aterrizó en mi cabeza para convencerme.

Fue una descomposición paulatina

que fue impregnando mi corazón

de un fuerte hedor a podrido.

 

No fue que se me acabara el sentimiento de repente,

fue un adiós prolongado que me fue creciendo,

enredándose por dentro con mis huesos,

subiéndome hasta el pecho y oprimiéndolo

para que lo dejara salir.

 

El tiempo que estuvimos juntos fue

como un baile en el salón de un palacio:

me sentí princesa entre tus brazos dorados,

tú eras el príncipe que siempre había soñado,

pero la música dejó de sonar: el baile ha acabado.