Sofanor Bonilla Fournier

Belisario.

                                          ... a mi padre.

 

          Hombre humilde, pecho grande,

Portezuelo fué tu cuna,

         el trigo llegó más tarde

correteando tras la luna.

 

       Creciste en esos campos

salpicados por las uvas,

       el tiempo, con sutil encanto

te transformaba en ternura.

 

      Se recuerdan tus consejos

con palabras siempre amables,

     la violencia siempre lejos,

gran amigo, digno padre.

 

        Porque al lado de mi vieja

pudieron darle a sus hijos,

     ni la ambición, ni riqueza,

solo cariño y cobijo.

 

      Tus manos, las arquitectas

de la harina y de la masa,

     y con pocas herramientas

trajeron pán a la casa.

 

      La gente mucho se esfuerza

en tener más que los otros

      ¿de qué vale tanta guerra,

tanto brillo entre nosotros?

 

        Estudiar en esos años

era un lujo de pudientes,

     y no era muy extraño

pisotear a la otra gente.

 

          Yo por eso tengo orgullo

cómo potrillo salvaje,

     haber sido un hijo tuyo

viejo de noble coraje.

 

       Siento un apretón de mano,

en la garganta un quejido,

       y con lágrimas de humano:

¡adiós padre tan querido!

   

       (Chofa)