Moliner Vallés

Temblor en las carnes

No sé hablarle a tu boca.

Los nervios incesantes me persiguen.

Las manos me tiemblan y de la vergüenza he hecho mi templo.

La vida entera en tus manos, aunque sea un instante.

De qué agua dulce y clara son tus ojos.

De dónde salió tu voz serena, hipnotizante.

De qué océano viniste.

Tu nombre sobrevuela mi cabeza una y otra vez.

Y no me importa la frecuencia ni el tiempo.

Ahora tu eco se ha hecho del aire, rebota por todas las montañas, todas las praderas cultivan tu nombre.