Si buscas las razones
que me impulsan a quererte,
búscalas en la caricia
de la brisa sobre el mar,
en el juego interminable
de las olas con la orilla.
Tal vez las descubras
en la risa encendida
de un niño que juega
con su pelota de trapo,
sueño redondo que danza
sobre el polvo de la vida.
O quizás las encuentres
en las hojas que giran,
cuando el río se abandona
al abrazo silencioso
de la luna que se pierde.
Pero si aún las dudas,
mírame a los ojos:
verás cómo mis pupilas
atraviesan la distancia
para encontrarse con las tuyas.
Ahí están. Sin palabras.
Sin más razón que mirarte.