Mayormente estamos rodeados de tantas personas, y a casi la mayoría le sonreímos, y entre tantas sonrisas, tantas bromas, tantas ocurrencias con los amigos, por dentro quizás nos sentimos un tanto solos y deshabitados, quizás por la tristeza que nos llena y simplemente la disfrazamos, quizás por una molestia, un enfado, que simplemente lo enterramos sin olvidarlo.
En la mayoría de los casos son solo cuatro paredes y una almohada a la que por las noches llenamos con lágrimas, o tan simple como el salir a caminar, tratando de olvidar un poco, sin olvidar nada. Así de extraño es el todo, tanto pensar, tanto nadar y al final, morir en la orilla, un sacrificio sin recompensa y un adiós sin olvido.
Cuanto quisiera poder ser un buen líder, uno que a todos más que miedo, les influya confianza y dedicación, uno que aprenda más del resto y que sirva de enseñanza, uno que no sienta vergüenza al llorar frente a todos sin pensar en ser el débil de la manada, y es que en la mayoría de tiempo hasta un rey sufre, y se ahoga cuando la soledad golpea su espalda.
Mayormente vivimos por vivir, pero también nos pasamos una vida soñando, tanto así, que el sueño se nos va de la mano acompañando a un final inesperado, vivimos para morir, es algo que todos tenemos muy claros, ¿pero morir para que y a donde nos vamos?
Henry Ruiz
03 DE DICIEMBRE 2022
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