Dux Den

La dama sorpresa

Cuando estaba meditando vi pasar a una muchacha,
que vestía de maestra con harapos de colores;
tras su paso yo le dije: —¡mi sorpresa se emborracha,
solo al verla que camina con harenes de pintores! 

¿Dónde están esos pintores que me dices por harenes?
¿Dónde cabe tu dictamen si te embriaga mi figura?
—Anda y dime—, no me acuses por dislates y vaivenes,
que ni quiero conocerte con enigmas de criatura.

—Lo que he dicho no es problema de maestro o estudiante,
lo que he dicho son violetas con jolgorio macilento.
—¡Ah!, también mirra y murrapo. —«¡No me ofendas petulante,
que la alcurnia de un borracho no se cura con el viento!»—

—Eres lánguida y promiscua como toda telaraña—,
pero a eso no le temo, ya les tengo su remedio.
—¡Con que te haces parvulario—, balandrán y con patraña!,
pues también conozco el lastre, moscardón lleno de tedio.

«¡Oh, fariña sin desidia! Mil perdones yo te pido,
que se acabe la querella del exento vituperio;
—«Si eso quieres martingala—, ve y recoge tu pedido,
que la vida se levanta del humor y del misterio».

                                      Dux Den