En el río de la vida
navegando me encontré
a un pescador suicida
que flotaba como un pez.
Una carta había dejado
en donde pudo contar
que no había tenido agallas
para lanzarse a nadar.
Que a los grandes peces siempre
se les daba de mascar
una carnada suculenta
para saciar su ansiedad.
Pero a los pequeñitos,
como érase su caso,
sólo le daban las sobras
y de lo otro pedazos.
Ése ávido pescador
no había podido alcanzar
una porción suficiente
para evitar naufragar.
Y sabiendo que la gente
no se apresura a atrapar
a los pobres alevines
que se acercan a la mar,
decidió acabar con sus manos
aquella vida ignorada
del que llega a este mundo
en la hora equivocada.
Ese fue el triste final
de aquél pescador suicida
que vivió sin tener vida
y murió sin importar.
Lucila De Melo(M.M.G.A)
Uruguay