Alberto Escobar

Te hice daño.

 

La búsqueda de la identidad a través de la Literatura. La identidad individual y colectiva. Somos, los que escribimos, quijotes que embestimos con ceguera. Amar el daño según Lope. La literatura se emparenta con el daño, la incomprensión, el tiempo robado al sueño...

 

 

 

Te hice daño.
Sí, te lo hice
pero no me enorgullezco.
Pasé días atravesando
este desierto de desidia
y estoy harto de arena, ya.
Miro al frente sin fe,
el horizonte queda tan lejos...
Sí, te hice daño pero fue de repente,
sin pensar que tu piel era de cristal.
Fueron los celos culpables, yo no,
fue tu mirada entre los visillos,
fue el ardor que de los ojos 
se despidieron entre bambalinas.
Por la noche pensaba.
Por la noche pasé a pensar rodando
sin dormir tu latente traición.
Por la siguiente noche volvían
como fantasmas en celo a atosigarme
la misma inconsistencia —imaginaba.
Al despertar de un día 
de esta serie nefasta te vi.
Te miré profundo como el que mete
la mano en el agua helada 
hasta comprobar su desahucio. 
Te miré profundo, sí, y tú te dejaste ver,
te dejaste hacer según el guion, y vi
—como sin esperarlo— la estela de un beso,
de uno de esos tuyos que solo das
cuando la saliva se te está acabando...
Vi ese beso y acto seguido se hizo negro
el ambiente; tú desapareciste como azucarillo
en aguardiente y te fuiste, con un nunca 
entre las piernas, sí, la última vez.
Te hice daño, no lo niego, pero no fui yo;
fueron las circunstancias, la monotonía quizás
que me traicionara con visiones grotescas
de sátiros asediando nuestros fortines, quizá.
Espérate y no te vayas que creo, esta vez sí,
que si aprovechamos este derribo para hacer obras
podremos, sin lugar a dudas, lograr un nido cálido,
confortable, para ti, para mí, y para la armonía
que cual argamasa necesita sus cimientos.
Déjame que lo intente, déjate llevar, esta vez.