Alberto Escobar

Adonis

 

El eternamente 
Joven...

 

 


Cómo te deseo cada día,
diosa mía, Afrodita.
Quiéreme ahora, mi vida,
porque ahora existo.
Mañana, la aurora reserva
una secuencia mortal,
y sabes que moriré joven,
que soy muerte, y que muero
y nazco y renazco laurel.
Artemisa —que te tiene ojeriza—
quiere vengarse en mí,
y veo cómo se acerca ese puerco,
negro de muerte, con los colmillos
afilados y relumbrando al sol.
Se me va acercando como quien acecha,
como quien desea una pieza
pero no quiere por nada en el mundo
que se espante, espera el momento,
me quiere distraído con tu amor,
que no le eche cuenta a sus asechanzas,
que Artemisa me amenaza con forma porcina.
Carpe diem amor, ahora existo, mañana...
Quiéreme con toda el alma; dame mil besos
que yo te daré cien, luego dame doscientos
que yo te daré mil en los labios y los senos. 
Aprovecha que estoy aquí, mirando, te...
Deséame Afrodita, que tú sabes más que nadie
en este mundo de locos, eres la diosa de esto,
acércate más, hasta que nuestras pieles sean una,
vuélcame sobre mi nariz tu aroma de rosas,
el vaho que sale de tus adentros por tus labios
y bésame, cien, mil, diez mil veces si puedes...
Soy amapola que pronto dejará de serlo,
flor que no conocerá la siguiente primavera
porque en el horizonte acecha la parca.
No lo dudes diosa mía, acércate hasta mí,
hasta que tu sudor sea fuente de mi sed,
hasta que tu manera de mirar sea óbice. 
Ponme tu mejilla a tiro para besarla cien veces,
si no mil, quinientas, que no haya números 
en la tabla para contar las veces, y que cualquiera
que ose vernos se le caigan los belfos de vergüenza. 
Ven, Afrodita mía, ven conmigo a Chipre,
y allí, nuestra cuna, morir juntos. 
Ven, no pienses...