Somos como la montaña,
que entrega su amor sin condiciones,
somos de una misma especie,
dedicándonos mutuamente,
con la certeza de existir,
tanto como seamos los mismos,
que sellan sus labios con un beso,
o pronuncian palabras con la mirada.
Encontramos los puntos de llegada
aun con los ojos cerrados,
capaces de caminar entre sombras,
con el latido como azimut,
y la caricia como mapa,
que nos lleve por el camino interminable,
de la entrega y anhelo.
Somos como la palabra que no se escucha,
pero retumba en el pensamiento,
aun cuando las manos estén vacías,
o el frío amenace a la noche oscura.
porque somos capaces de escucharnos
en la brisa del viento que acaricia los árboles,
al amanecer el alba con su blanco de esperanza.
Somos el hálito que cubre la flor,
al acercarla al rostro,
como la bruma cubre la tarde,
al nacer de los sueños,
o la lluvia acaricia los cuerpos
con sus gotas de escarcha.
Somos el camino que se estrecha,
al contemplar juntos el horizonte,
como el sol del mediodía,
que nos abraza con ternura,
sin el ardor delirante de la soledad que vencimos,
Vamos hacia cenizas mojadas,
por la pasión y la entrega,
como el lugar de nacimiento,
donde se renueva la vida,
con el prodigio del beso,
que nos convierte en palabra
y la pasión en los labios,
que nos da el fluido de vida.