Manuel Valles

A una casa abandonada

Luces inmóvil, casa, abandonada

al final de una delgada

vereda de Tlalpan.

 

Nadie habita tu interior

de espacioso fantasma.

La guarnición

-enmohecida en tus cortinas-

pareciera suplicante y

con sus lágrimas de polvo pedir

una mano que a éstas corra

cuando, de día, el sol va quemándoles

la nostalgia

olvidada entre sus hilos.

 

Aparece la luna en tu traspatio

y fúnebres macetas guardan

los restos

de las bugambilias muertas.

 

¡Ay de ti, mole altiva,

en la hora adormecida

del naufragio y del derrumbe!

 

¿En qué momento tu regazo

terminó siendo un absurdo hueco?

¿Desde cuándo

enmarañados cabellos

fueron creciendo en tu jardín, oscuro

como habitación de alimañas?

 

No lo sé.

 

Sólo sé que el tiempo, escurrido

en tus muros viejos,

es el más bello paisaje

que vino a habitar mis ojos.