No era necesario tocarse cuando sus almas se estaban amando; ellas llegaban a fundirse a tal grado que sus sentidos se agitaban al tan solo su voz escucharse.
Almas de fuego que al encontrarse se fundieron en una eterna llamarada, que ni un diluvio lograba apagar por lo vorágine de su arder.
Compatibles a morir… cual piezas de un mismo universo, de auras de fuego quemando a placer; contagiando a su paso a otras almas con su sublime fuego.
Incontrolable incendio… que aunque ardía no quemaba, cual luz de antorcha juntos alumbraban y cual sol no se apagaban.
¡Cuanta pasión y amor en aquellas almas! que lograban dominar lo inexplicable, y a su amor no daban tregua… porque amarse en esa forma tan audaz en su destino escrito estaba.