A veces pienso que los sueños
son anhelos que han quedado
incrustados en algún poro
del infinito universal.
Que se escapan por las noches,
esquivando las estrellas,
para rozar la conciencia
y emerger con la soledad.
Entonces, me basta
un pedacito de luna
para encender, plateados,
los jirones del alma.
Y me basta
un instante de tu sonrisa,
una pizca de tu fragancia
o un destello en tus ojos negros
para inventar la felicidad.