Alberto Escobar

Debes elegir...

 

O morir en Troya
o acurrucarse
en el gineceo. 

 

 

 

Debes elegir.
O una vida gris
o una vida verde,
trepidante, sin vacíos,
ni espacios en blanco
en las paredes, llenas de cuadros. 
Debes elegir... entre
corto e intenso e inmortal,
o largo, o tedioso, o sin pena
ni gloria, o prosaico, o lento,
o rutinario —pero no de esa
rutina necesaria, no, sino de aquella
que pesa, que se hace insoportable.
O una vida en continuo viaje
o contentarse con viajar 
solo a través de un buen libro. 
O estar expuesto y siendo el blanco
de las envidias, o ser un antihéroe,
de esos que no quedan en los anales
porque si hubiera que dar una reseña
de ellos habría que hacerlo asimismo
del resto de la humanidad, y, creedme,
no hay tanto papel en las industrias
papeleras para dar cartel a tanta insignificancia. 
Aquiles pudo elegir si su destino
no hubiera sido tan tiránico.
De haberlo podido hacer, ¿Creen —con la mano
en el corazón— que habría decidido ir a morir
a Troya o quedarse con Deidamea y Neoptólemo
a la tibia molicie del gineceo?
Si me preguntan a mí no sabría qué responder
—o sí, pero me lo reservo— y esgrimiría esa máxima
de San Agustín que ya cité en anterior ocasión;
esa que se refiere a la definición inlograble del tiempo. 
Ya sabéis cual ha sido mi elección —de otra manera
no habría podido cargar el cálamo y escribir esto 
que os dejo...
Que aprovechen.