Alberto Escobar

Déjenme...

 

El movimiento es el alma
materializada, es pensamiento,
es libertad que vuela,
y en la mayoría de las ocasiones
es más inteligente que la mente;
es subconsciente que sale, 
es desnudez desnuda. 

—Olga Pericet. 

 

 

 

Me muevo,
tiendo mi espalda
sobre el dorso
de esta ola, tiemblo.
Tiemblo de placer
sintiéndome sumiendo
mi ser en la densidad del agua.
Me voy hundiendo en la sal
que me sostiene, salada es
la sensación de abandono
que infrinjo a mis venas.
Primero es la cabeza
la que paso a paso 
va adentrándose en su química
—el pelo primero, desde la frente
hasta la nuca—, pasando de seguido
al pecho y el abdomen —me voy hundiendo.
Me dejo caer al fondo, el aire me huelga
por insuficiente y me desvanezco —dormir
plácidamente es el reto y no despertar. 
Me dejo caer en libre y dulce caída,
no oigo el ruido ambiente, no hay nadie
que me socorra y no pronuncio auxilio
alguno —no quiero que nadie interrumpa
este momento, esta fusión de mi líquido
elemento con el que me ambienta. 
Estoy ya sin sentido, pero sigo escribiendo...
No vengas a mi rescate, déjame a mi arbitrio.
Tengo derecho a elegir una muerte digna,
sin casas de seguros que con papel y tinta
desacralicen el encanto de una buena muerte. 
Voy cayendo al fondo, y lo que más me gusta
es que el fondo se adivina lejos. Parece
que aprovechando que mi velero surcaba
los campos de alta mar parara, de repente,
las velas y los vientos, hiciera fonda momentánea
y me lanzara en picado a las gélidas aguas. 
No me rescates, que no soy náufrago
—un naufragio nace de un suceso no deseado,
de un accidente que desemboca en un riesgo
de muerte no buscada; este no es el caso...
Dice algún que otro sabio que si miras de hito 
en hito al abismo, este, te mira por dentro,
desde tu centro de operaciones hasta la célula
más superficial de todas tus superficies. 
Déjenme descender a los infiernos, por favor.
No me detengan, no llamen a las autoridades
portuarias ni gubernativas; déjenme morir. 
Si Odiseo tuvo la licencia de bajar por qué 
yo no debo tenerla; soy igual de ficticio que él. 
Déjenme...