Alberto Escobar

Me sobrecoge

 

Dos anillos, el de esposa y el de viuda, son los que encadenan, aprisionándola, la vida de Jimena. El título, Anillos para una dama, alude directamente a este hecho.

—Nota a la obra homónima de Antonio Gala.

 

 

 

Me sobrecoge tu foto, Antonio.
Me sobrecoge hasta el punto 
de pensarte muerto cuando la parca
todavía no te ha hecho la visita final.
Menos mal que, aunque bajo el límite
de los años, sigues dando guerra
—tu obra literaria queda en los anales
de las bibliotecas y librerías por miles
de ejemplares y un éxito rotundo— y
tu testamento todavía es una entelequia. 
Me sobrecoge la sequedad de tu piel,
cual si el árbol del que prendes tus alas
llorase un lapislázuli de acíbar y raspase
todo el parénquima de tu corteza.
Me hace llorar ver esa expresión perdida,
como apoyando el atlas de tu cabeza
sobre el delgado alféizar de tu nariz,
tu boca hundida en un abismo, tus ojos 
mirando hacia un horizonte sin sol, 
tus pómulos brillando la ausencia de carne,
tu bastón —tan emblemático de ti mismo—
al acecho de un error del dedo que sujeta, 
la frente, tierra surcada por un anecdotario
tan rico como las tierras de Jauja, y el cuello,
el cabello de nieve sucia, derritiéndose...
Me sobrecoge esta foto tuya, Antonio, 
y mirarla es mirarte el liquen que va naciendo
y que va atestiguando una vegetal esperanza,
como un Machado cuando canta a un olmo
seco a quien le nace una hoja verde. 
¿¡Y la elegancia marchita de un traje 
y una corbata a destiempo, dónde
me la dejas!?
No sé ni quiero saber a dónde miras.
¿Quizás sea a Dios en su altura que te llama?
¿Quizás te pide, en su eterno aburrimiento,
que subas a cebarlo de tu verbo y tu gracia?
Puede ser, pero sí te digo eso...
Que me sobrecoges maestro.