Suelta tus cabellos para que mi besos se enreden en sus pasiones. Si tus labios callan lo que tu vientre vocifera, tus ojos profieren lo que tu alma enmudece. En las suaves carnosidades que delinean tu boca se deslizan mis silencios para teñirse del carmesí de tu artificio lúbrico.
Vístete de mí, del amarillo de mi alma, adhiéreme a tu piel para unificarnos y florecer en nuestra infinitud. Tus travesuras irradian su furor hasta injertarse en mis venas y quedo imanado por tu locura y soy atraído a tu cuerpo de diosa.
Intensifica el fuego que en mis entrañas has implantado, que la fuerza de atracción de tu aliento penetre mis pensamientos y siente el roce de mis inquietudes en cada rincón de tu sensualidad.
Tras el estallido frenético de mi soplo, déjame dormir, mujer, enajenado en la calidez amatoria de tu fémina morada.