Haz Ámbar

Dulce lujuria

Voy a dejar de nacer

a cada instante 

en una calle solitaria

deseando ya ser alguien

de quien acordarse 

los demás. 

Permíteme despertar

a esta realidad

con calma, 

que no me entre todo a saco:

ese es el plan

detrás de estas paredes

que nada tapan

de cuanto dentro se mueve. 

Estoy en caída permanente

hacia nada además 

y estas palabras

están destinadas al fracaso:

no llegar...

Algo, algo pues habrá,

una sombra precisa,

flecha encendida

en la noche congelada, 

el olvido susurrándome

que ya no espere más 

de la brisa un buen regalo, 

una guía para el camino. 

No puedo más pedir

y acepto el desafío 

de la vida aún sin ti

acostumbrado a esta desidia, 

afán de perseguir detrás del día

un semblante escogido 

sin salida para este oficio 

de esgrimir las rimas 

hasta el filo... 

 

Déjame hundirme

en mieles demasiado, 

que los días sean largos

hasta la cumbre del espíritu. 

Es el fin

de toda duda

y el comienzo 

de la lucha 

dentro de uno. 

 

Lentamente morirse, 

vivir con un ego triste

por cada estigma;

en fin, resignarse

a ser de la estirpe

de los que siguen

desde hace siglos

un reflejo que, dormido,

permanece

siempre en frío. 

 

De saber lo que es morirse

ya jamás lo haríamos, 

sería nuestro en torno el círculo 

de pasión hoy desbocada

por cada regla transgredida

creyéndonos inmortales, 

hijos de un día entre las ramas, 

de un aire,

de la miseria y el hambre 

que se pasan a desgana.