Los silencios se enredan en tus cabellos y el sol del mediodía se esconde entre tus muslos, advierto las manos de tus pensamientos que abren mi pecho para oprimirme el corazón y se reactiva en el acto el fervor del flujo rojizo en los regueros subterráneos de mi ser. En el balcón de los sentidos las palomas insisten en seducir a los sueños, para que el mundo no se atavíe de frustraciones por la competitividad de las proezas cerebrales. Mujer, tu escultural presencia me eriza la voluntad y la corteza terrestre de mi integridad está deseosa por palpar la claridad del cielo que se extiende desde tu espalda hasta los misterios en los confines de tus caderas. Ergo, ahora que en las guerras por el sanguinario es teñida la madre tierra con el líquido sagrado de corderos sacrificados, aquí, me resisto a fenecer, la agitación femínea de tu interior me alcanza y con furor estremece mi temple, mi boca se acerca a tu cuello para concretar la danza milenaria hasta que mi lengua derrame la secreción febril en el éxtasis consumado.